Hace unos días un grupo de monjes decidió alquilar un barco de pesca para llevar a cabo una misión especial de increíble compasión en una zona de Canadá.
Los monjes, pertenecientes a la “Great Enlightenment Buddhist Institute Society“, pasaron varios días recorriendo los mercados y comprando tantas langostas como pudieron.
El pasado sábado metían en el barco cerca de 272 kilos de langostas vivas y tras una oración las devolvieron al mar.
Para estos monjes no se trataba de hacer una declaración sobre lo que la gente debe o no comer.
Liberando a estas langostas envían un mensaje mucho más amplio, recordando a la gente ser amable por igual con todo ser viviente ya sea humano, perro o crustáceo.
“Nuestro propósito es cultivar la compasión hacia los demás”. “No tienen por qué ser langostas, pueden ser gusanos, moscas”, aseguró uno de los monjes.
Llamarlo Zen y el arte del mantenimiento de la empatía. A veces, a todos nos vendría bien recordarlo.